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La Magia

Sucedió no hace mucho, en el barrio periférico de Gama Leste, en Brasilia. Al caer la tarde, se llenaba aquel lugar de niños bulliciosos que vivían en la calle. Ellos y ellas sabían bien qué significaba el poder del miedo. Del miedo hecho policía o escuadrón de la muerte, que para el caso es lo mismo. También conocían que significaba egoísmo. Lo contemplaban a diario y lo sufrían en su corazón y en su estómago.

Cayó la noche y las estrellas descendieron. Sus ojos eran luceros incandescentes, esperando que alguien, quien fuese, les dijera: "venid, esto no es más que una pesadilla". Y les ofreciera un mundo un poquito mejor.

Me senté al borde de la acera. Ellos estaban cerca de mí y me miraban con curiosidad. un cachorrito de perro nos observaba a una distacia prudente mientras se rascaba las pulgas. Miré al perro y le silbé para que viniera a mí. Pero por más que lo llamaba no había ninguna manera. Uno de esos niños se sentó a mi lado.

-¿Quieres que haga magia?

De inmediato contesté que sí. Sacó de uno de sus raídos bolsillos un pañuelo. Lo abrió y apareció una pequeña piedra de cal.

-Es una piedra mágica. Sólo tienes que saber dibujar.

Dibujó un hueso en el suelo y silbó al perro. Para mi asombro, el cachorro movió la cola y vino hacía nosotros.

-Para hacer magia se necesita saber qué es lo que necesitan los otros. Si se lo das o les ayudas a conseguirlo, la magia aparece - sonrió y siguió jugando con sus compañeros.

En otra ocasión, los vi a todos tristes y tirados en la estación de autobuses. Un compañero suyo había desparecido. El chico de la magia dibujó un montón de cuadraditos en el suelo. De inmediato, y algunos con lagrimas en los ojos, se pusieron a jugar. Así es el poder de la magia.

Me acerqué al chico de la magia y le dije:

-Te compro el trozo de tiza mágica - partió un pedacito y me lo dio.

-La magia no se vende - Contestó-. La magia existe y se da. Sólo hay que saber dibujar.

Desde entonces busco dibujantes que pinten un mundo nuevo. Yo lo intento todas las noches, pero no sucede, el mundo no se transforma. He descubierto cual es la causa. Desde luego, no es que la tiza no sea mágica, es que soy un mal dibujante.

J.V. Barcía Magaz (El campo de estrellas)

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